Ésta es una increíble historia verídica que se dio allá por el año 1911, en la ciudad de Carlos Barbosa, interior de Río Grande del Sur, Brasil, y comienza así:>

No había en el pueblo un oficio peor visto y peor pagado que ser portero del prostíbulo. 
¿Pero qué otra cosa podría hacer aquel hombre? 
El hecho es que nunca había aprendido como leer ni escribir, no tenía ninguna otra actividad u ocupación. 
En realidad, era su puesto por que su padre había sido portero del prostíbulo anteriormente, y antes que aquel, su padre, durante décadas el prostíbulo había pasado de padres a hijos, y la portería también.
Un día el viejo propietario murió y un joven con inquietudes creativas y de emprendedor se hizo cargo del prostíbulo, éste decidió modernizar el negocio, modificó las habitaciones y después llamó a los empleados para dar las nuevas instrucciones. 
Al portero le dijo: 
A partir de hoy, usted, además de estar en la puerta de entrada, va a preparar un informe semanal donde registrará la cantidad de personas que entran y a una de cada 5 les preguntará como fueron atendidas y que corregirían del lugar, y una vez por semana, usted me presentará un informe con los comentarios que sean convenientes.
El hombre tembló… nunca le había faltado predisposición para trabajar pero… 
– Yo adoraría hacer eso, señorbalbuceó.
– Pero no sé leer ni escribir
– ¡Ah! ¡Cuanto lo siento! Dijo el nuevo dueño.
– Yo no puedo pagar a otra persona para que haga esto y tampoco puedo esperar a que usted aprenda a leer y a escribir así que, ya no puede seguir trabajando aquí.
– Pero señor, no puede despedirme, he trabajado en esto mi vida entera, no sé hacer otra cosa.
 Mire, lo entiendo, pero no puedo hacer nada por usted. Le daremos una buena indemnización y espero que encuentre algo que hacer. Lo siento y que tenga suerte.
Dicho esto, se dio la vuelta y se fue. El portero se sentía como si el mundo se le derrumbara. Nunca había pensado encontrarse en esa situación, llego a su casa y desocupado por primera vez en su vida… pensó ¿Qué hacer? 
Recordó que en el prostíbulo, cuando se rompía una cama o la pata de un armario, se las ingeniaba para hacer un arreglo sencillo con un martillo y algunos clavos.
Pensó que esto podría ser una buena ocupación transitoria hasta conseguir un mejor trabajo. 
Entonces, busco por toda su casa las herramientas que necesitaba y solo encontró algunos clavos oxidados, una pinza mal cuidada y un desvencijado martillo. Debía comprarse herramientas.
Usaría el dinero de la indemnización para comprar una caja completa de herramientas. 
Pero en el pueblo no había casa de herramientas, debería viajar dos días en mula para ir al pueblo más cercano para comprar.
Se dijo – Que más da, y emprendió la marcha. 
A su regreso, llevaba una hermosa caja de herramientas y no había terminado de quitarse las botas cuando un vecino llamó a su puerta:
– Vengo a preguntar si tiene un martillo para prestarme.
– Sí, acabo de comprarlo, pero lo necesito para trabajar, ya que… 
– Bueno, pero yo se lo devolveré mañana muy temprano.
– 
Si es así, está bien. 
A la mañana siguiente, como había prometido, el vecino llamó a la puerta y dijo: 
 Mire, yo todavía necesito el martillo. ¿Por qué no me lo vende? 
– 
No, lo necesito para trabajar y además, la ferretería más cercana está a un viaje de dos días, en mula. 
El vecino pensó, y propuso:
– 
Vamos a hacer un trato – dijo el vecino. 

Le pagaré los días de ida y vuelta, más el precio del martillo, ya que está sin trabajo en este momento. ¿Qué piensa? 
Realmente, esto le daría trabajo por dos días más. Y Aceptó. 
Volvió a montar su mula y viajó. 
A su regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su hogar. 
– Hola, vecino. Usted vendió un martillo a nuestro amigo.
Necesito algunas herramientas, estoy dispuesto a pagarle sus días de viaje y una pequeña ganancia más para que me las compre, porque no todos disponemos de tiempo para viajar 2 días y  hacer las compras.
¿Qué piensa?
El ex portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Pagó y se fue. Y nuestro amigo guardó las palabras que escuchaba: “No todos tenemos tiempo para viajar y hacer las compras”
Si esto es así, muchos requerirán de él para viajar y traer herramientas. 
En el próximo viaje, arriesgó un poco más de dinero, trayendo más herramientas de las que había vendido. 
De hecho, podría economizar un poco de tiempo en los viajes. 
La noticia comenzó a esparcirse por el pueblo y muchos, queriendo economizar el viaje, hacían encomiendas. 
Ahora, como vendedor de herramientas, una vez por semana viajaba y traía lo que necesitaban sus clientes.
Con el tiempo, alquiló un galpón para almacenar las herramientas y unos meses más tarde, se compró una vitrina y un escaparate y transformó el galpón en la primera ferretería en el pueblo. Todos estaban contentos y compraban allí. 
Ya no viajaba, los fabricantes le enviaban los pedidos. Él era un buen revendedor. Con el tiempo, la gente de los pueblos cercanos prefería comprar en la ferretería, que tener que gastar días en viajes. 
Un día se acordó de un amigo suyo que era tornero y herrero y pensó que él podría fabricar las cabezas de los martillos. 
Y entonces, por qué no, los destornilladores, los pinzas, los cortadores, etc… 
Y después estaban los clavos y los tornillos… 
Al cabo de 10 años, aquel hombre se convirtió, en un fabricante de herramientas rico y próspero. 
El ex portero acabo siendo el empresario más poderoso de la región.
Un día decidió donar una escuela al pueblo. 
En ella, además de la lectura y la escritura, los niños aprendían algún oficio. 
En el día de la inauguración de la escuela, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad, lo abrazó y le dijo: 
– Es con gran orgullo y gratitud que le pedimos que nos conceda el honor de poner su firma en la primera página del libro de actas de esta nueva escuela.
– El honor sería míodijo el hombreSería una cosa que me daría mucho gusto, firmar ese libro, pero no sé leer ni escribir, soy analfabeto. 
– ¿Usted? Dijo incrédulo el alcalde. ¿Construyó un imperio industrial sin saber leer ni escribir? ¡Esto es increíble!
Y le preguntó: 
– ¿Qué hubiera sido de usted entonces, si supiese leer y escribir? 
– Eso lo puedo contestar, el hombre dijo con calma:

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