Por qué celebramos hoy el Día de la Madre
En agosto de 1928, el expresidente Julio Acosta (1920-1924) impartió una conferencia ante la Sociedad Teosófica. Manifestó entonces que las mujeres estaban llamadas a contribuir a la vida nacional, al poner
algo o mucho de su alma en el desarrollo cívico y social de los pueblos [...]. ¿Quién más apta para dominar las pasiones masculinas, para restaurar el principio de autoridad, para calmar las fiebres de la plaza pública? ¿Quién más adecuada que ella para indicar caminos de conciliación y de concordia entre individuos o naciones, para dulcificar las relaciones sociales, para aplacar a los violentos y a los iracundos? ¿Quién más persuasiva que ella para curar a los enfermos, para aconsejar a los criminales, para refrenar a los viciosos, para lavar a los impuros, para adoctrinar a los párvulos? ¿Quién más honrada que ella para manejar los fondos públicos y particulares, para despachar en las oficinas, para crear y sostener obras de beneficencia y para embellecer las ciudades?”.
¿Por qué la mujer podía contribuir en esa forma? De acuerdo con Acosta, la respuesta se encontraba en “su latente maternidad, que la impregna toda, aguza su inteligencia, redobla su actividad y la impulsa a fomentar la dicha del mundo, porque en sus sueños imagina que todos los hombres son sus hijos, que toda la humanidad es su familia; porque el mandato de Dios la fortalece y diviniza; porque ella sabe que lleva en su seno el secreto eterno de la vida”.
‘Destino natura’. A partir de la década de 1910, al igual que en Argentina, Chile, Uruguay y Brasil, en Costa Rica, diversos círculos de intelectuales y políticos empezaron a redefinir el ideal de la maternidad con base en la “maternidad científica”. Esta vino a reforzar la función tradicional de la maternidad como el destino biológico “natural” y “cuasidivino” de las mujeres, y a enfatizar además la urgente misión social de las mujeres en armonizar las relaciones sociales y formar a los futuros hijos de la patria.
Igualmente, la maternidad fue elevada a la condición de una profesión científica moderna, basada en una estricta educación higiénica y moral de los hijos y en la promoción de una política de salud mucho más sistemática, para proporcionar una serie de cuidados durante el período prenatal y posnatal de la madre (tratamiento en clínicas, intervención de médicos y enfermeras, entre otros aspectos).
Según un artículo publicado en el periódico La Tribuna , en agosto de 1932, “la mujer plenamente madre [...] constituye el elemento básico de la sociedad. Preparar mujeres para realizar esta elevada función debe ser el fin primordial de la educación pública”.
De acuerdo con esos discursos, la formación y crianza de los hijos era una responsabilidad exclusiva de la madre, por lo que el ejercicio de la paternidad quedaba excluido de este proceso.
Por tanto, el fortalecimiento del ideal de la “maternidad científica” supuso un reforzamiento del rol tradicional masculino, que reducía e identificaba al “buen padre” como aquel que cumplía con su papel de proveedor autosuficiente del hogar y de ser un trabajador honrado y de buenas costumbres, pero desligado de la crianza de sus hijos.
Ángela Acuña se identificó fuertemente con ese ideal de maternidad; así, en junio de 1934 expresó:
“[…] la mujer moderna ante todo es madre, y en ese hermosísimo principio universal basa las doctrinas de su feminismo: sus luchas y sus victorias serán el calor de la casa, fuego bendito que mantendrá encendida la llama purísima del verdadero amor [...]. La elevada acepción de la palabra ‘madre’ tiene un alcance social y político que parece no haber sido aún bien penetrado [...]. Las feministas modernas en su casi totalidad inspiran sus gestiones y campañas en un propósito patriótico y santo; en el que las naciones se repueblen con hijos bien nacidos y en condiciones propicias para conservarlos sanos y útiles a sí mismos y a sus semejantes por medio de una educación sustentada en principios científicos indubitables bajo la égida de ideales factibles y justos”.
Día de la Madre. De esa manera, un discurso que resaltaba las funciones tradicionales de la mujer como madre y esposa, sirvió de base para valorización el papel social representado por las madres en la esfera pública como agentes de las políticas sociales, culturales, moralizantes e higienizadoras impulsadas por el Estado liberal.
A su vez, dicha valorización de la mujer en la esfera pública sirvió de base también para valorizar el papel desempeñado por las mujeres en el espacio doméstico y objetar la subordinación femenina en dicho ámbito. Así, en ese contexto de difusión de la “maternidad científica”, desde la década de 1920 empezaron a realizarse las primeras festividades y concursos sobre las madres, como la Fiesta de las Madres, efectuada en octubre de 1923, y el Día del Culto a la Mujer, en enero de 1927.
Ese proceso se consolidó con la iniciativa de la Escuela Nicolás Ulloa, de Heredia, la cual propuso la creación del Día de la Madre, práctica ya instaurada en muchos otros países.
Dicha actividad se estableció por decreto a partir del 15 de agosto de 1932, y debía celebrarse en todas las escuelas y colegios, asilos e instituciones de beneficencia del país. La prensa de la época reporta la celebración del Día de la Madre tanto en las escuelas y colegios de las ciudades como en áreas rurales y distantes.
Al escoger el 15 de agosto, la celebración del Día de la Madre coincidió con la asunción de la Virgen María, quien (como lo expresó el periódico La Tribuna en agosto de 1932) constituye un modelo de mujer y madre:
“La Iglesia Católica nos ha puesto como ejemplo de madres a una mujer que lo fue sin dejar de ser virgen. Es esta una bella lección que debemos aprovechar, empeñándonos porque la madre realice su sagrada función sin que se pierda la virginidad de su alma y afirmando cada vez más en ella la idea de que la verdadera felicidad siempre se basa en un amor ideal”.
Modelo familiar. Igualmente, el Día de la Madre fue aprovechado como un medio para educar a los niños a fin de que entendiesen (como lo manifestó un artículo periodístico publicado en agosto de 1932) “todo lo que deben a la buena mujer que vive para ellos. Sí, es conveniente el cariño de los hijos; que sientan más honradamente la obligación de corresponder con nobles hechos: primero aprovechando el tiempo mientras se preparan para la lucha; después, cuando llega la hora de ayudar, trabajando con denuedo a fin de obtener los recursos necesarios para mejorar el hogar, para hacer menos dura la vida de los que nos rodean, no para satisfacer vicios y apetitos y adquirir lujos”.
En síntesis, aunque el nuevo ideal de la “maternidad científica” era difícil de realizar en la práctica, ese ideal se constituyó, desde las primeras décadas del siglo XX, en el más poderoso fundamento para consolidar un modelo de familia integrado por la madre, dedicada a las labores domésticas y de crianza de los hijos, y por el padre como el principal proveedor.
Ese ideal también justificó una mayor participación de las mujeres en la esfera pública y en el cambio social
Así, lejos de constituir algo “natural” y “biológico”, e inherente al sexo femenino, la maternidad es una construcción social y cultural que debe ser estudiada históricamente para comprender cómo se han modificando los discursos y las prácticas de la maternidad tanto en el pasado como en el presente.
Comentarios
Publicar un comentario